Pasto

Foto: TvAgro
- Cada vez, más ganaderos comprenden que su éxito no depende solamente del número de animales, sino también de lo que estos comen. En un país afectado por el cambio climático y las presiones productivas, las pasturas se tornan como el activo estratégico del hato. ¿Por qué invertir en ellas? Aquí la respuesta.
A 2.600 metros sobre el nivel del mar, en la sabana de Bogotá, el médico veterinario César Gómez rememoró un consejo que lo marcó desde su infancia, “para ser buen ganadero, primero hay que ser buen agricultor”.
Esa frase, recibida de su abuelo, hoy tiene más sentido que siempre. Porque en tiempos de crisis climática y exigencias productivas altas, el verdadero negocio ganadero inicia por el suelo. (Lea en CONtexto ganadero: Sin buena alimentación animal, no hay éxito en el negocio ganadero)
Sin pasto no hay ganadería rentable. Así lo muestran los sistemas productivos ganaderos más eficientes del país.
Desde la lechería en la altura hasta las zonas tropicales, los productores que manejan bien sus praderas, son los que logran mejor productividad y mejores márgenes económicos.
Gómez, quien también es magíster en Ciencia Animal, afirma que el pasto que alimenta es el que sobra y no el que falta. Si uno desea producir carne o leche, la calidad del forraje lo es todo.
Por ejemplo, en una ganadería especializada de lechería, una vaca holstein requiere forrajes de alto aporte proteico para sostener su rendimiento. Sin una pradera bien sembrada, mantenida y cosechada en el punto preciso, los litros no se convierten en dinero.
Muchas fincas todavía se manejan bajo sistemas extensivos, donde los animales recorren grandes potreros sin mayores controles. Allí, las vacas pastan lo que encuentran, es decir, pastos tiernos, deteriorados o maduros. Gómez planteó que “este modelo no exige mucho trabajo, pero tampoco devuelve productividad”.
Dijo el experto que lo más preocupante es que este tipo de productor ganadero muchas veces está conforme con el volumen, pues entiende que así sea poco, siempre gana algo. Sin embargo, este tipo de productores no cuantifica cuánto deja de ganar por no invertir en sus pasturas.
Rotación e innovaciones:
En contraste, el pastoreo rotacional permite la concentración de animales en pequeños potreros durante tiempos determinados. Al alternarlos con periodos de recuperación entre 35 y 45 días, las praderas no se agotan y conservan su valor nutricional.
Esta técnica no solo aumenta la carga animal por hectárea, sino que también mejora la conversión del forraje en leche o carne.
Por su parte, el sistema Voisin permite una ocupación estratégica de los potreros que estén justo en su punto óptimo de cosecha. Según Gómez, allí el bovino se convierte en una cosechadora natural. Es un modelo que, si bien requiere de planeación, también genera retornos tangibles a corto y mediano plazo.
La innovación también aborda la puerta de las praderas, pues nuevas variedades de leguminosas y gramíneas, resistentes a las sequías o las inundaciones, están siendo desarrolladas para adaptarse a diferentes zonas del país.
Indicó el experto que no todas las semillas son para todas las tierras. Por ello, recomienda hacer análisis del suelo antes de sembrar y no dejarse influir por modas forrajeras.
En paralelo, la ganadería regenerativa gana adeptos, pues es un sistema que integra la rotación intensiva con un sentido de sostenibilidad. En ella los animales consumen el pasto, contribuyen al control de malezas y fertilizan el suelo con su estiércol.
Ganancia oculta:
Desde su evolución como especie, los rumiantes han sido expertos fabricante de proteína. Gracias a su complejo sistema digestivo, pueden transformar pastos en carne o leche de alto valor biológico. Pero esto sucede si el forraje que consumen tiene la calidad adecuada.
Por eso, invertir en las praderas no es un lujo, sino una estrategia productiva. Como lo expresó Gómez, una buena pradera se transforma en leche, en crías saludables o en kilos de carne. Una mala, solo mantiene la apariencia de un negocio.
Esto indica que el manejo de pasturas no es una opción, sino la base misma de todo el sistema productivo. Las ganaderías que invierten en sus praderas producen más, utilizan menos suplementos, y se adaptan de mejor forma a los desafíos del clima. Por eso, como diría el abuelo del experto Gómez, el buen ganadero antes que nada es un buen agricultor.
Fuente: Adaptado de CONtextoganadero. Autora: Melanny Orozco.
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